![]() |
Foto Cetrobo |
César trabaja, César estudia, César tiene una hija y pronto se va a casar. A las 6 am abre los ojos y se encuentra preparado psicológicamente para el día- maratón que le espera. Me ha confesado que tiene un método infalible, segun él, para despertar cada mañana de buen humor y con las energías requeridas para el trabajo, los estudios, la hija, la novia ; y los imprevistos de los cuales no estamos libres cada día.
Me dice, como quien le dice a un notario los bienes que en su testamento va a legar, como quien le pide a un abogado que mantenga el secreto profesional, que la clave de su energía y su buen humor reside en una canción.
Mientras me cuenta su experiencia, pienso inevitablemente en mi adorado vecino. Aquel que me hace escuchar, asi yo no quiera, su canción motivadora todos los días, subiendo, como si se encontrase en una fiesta, el volumen de su equipo de sonido y entonando en un spanglish bastante simpático la letra de la canción « we are the champions », añadiendo, de vez en cuando, que él, es el campeón. Gracias Queen por entrar en su vida, y desterrar de momento esa canción, a la cual comenzaba a cogerle tirria, que inicia diciendo « maaambo haa ».
Esa noche me voy a dormir pensando en las energías positivas y cósmicas, en el poder de la música y las velas, en el Dalaï-Lama, en el karma, en Dios, en los jinetes del apocalípsis y todo lo demás. Y me digo, por que no probar.
Es jueves. Escucho música a lo lejos, esa que me saca lentamente de un sueño, esa que intenta estimular mi alma. Como Jesús a Lázaro, me ordena que me levante, que ya es hora de salir de la cama, que hoy es otro día para trabajar.
Miro el reloj, pido, imploro, suplico 1 minuto más ; mientras que la canción de Jarabe de Palo intenta convencerme de que el día de hoy todo es bonito, no me animo, no le creo.. lo bonito sería quedarme aquí entre las sábanas. Suena la canción de Devotchka, esta me gusta más, suspiro, me resigno, me levanto cual zombie de la cama.
Pronto fin de semana, un esfuerzo más. He acumulado demasiadas horas en el trabajo, solo pienso en descansar. Subo al auto, le doy « play » al botón de la música, y luego « play » al botón de piloto automático, ese que me lleva por la misma ruta de siempre, con el tráfico de siempre, al trabajo de siempre.
Entro en la empresa, como quien entra en la niebla y un grito que viene de la oficina de la derecha me termina de despertar, me paraliza, me quedo en el hall. Un empleado grita, si, grita con aires de patrón, que las cosas no estan en su lugar, que ella no ha entendido nada, que ya se lo ha explicado ayer, que el trabajo esta mal hecho que hay que volverlo ha hacer. Ella intenta argumentar, justificar, defenderse. El más histérico aún, más lunático que hace tres minutos sigue alzando la voz, porque a él desde pequeño le enseñaron que quien grita más alto, gana la batalla, es el campeón. Ella cansada de disculparse por el error laboral asume un silencio capital, trascendental, casi metafísico, lo ignora; él con un par de palabras más se declara vencedor. Ella equivocada, él con aires de « yosoyelmejor », el ganador.
Finalmente sale de la oficina tirando la puerta, ella mira su computadora, hay un vacio en sus ojos, hay un vacio en su alma. Camino hacia la oficina de la izquierda mientras pienso que a ella le va a hacer falta con urgencia una canción motivadora para mañana en la mañana. Porque con un grito como ese, otros empleados, otras víctimas, se han declarado enfermos y ya son muchos, los que no han venido a trabajar.